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lunes, 25 de abril de 2011

Una ida y vuelta.

Me preocupaba que la distancia física, impuesta, me alejara H.
T, con un carácter distinto, comunicativa, animosa y enérgica. (alegría latina diría yo) compartíamos la vocación profesional, nos acompañaría a lo largo del tiempo la admiración, el aliento, los consejos, y algún sacramento católico en el que coludidas, participamos.
H, sin embargo, especialmente reservada, irreverente y con ese punto de inteligencia ligada a la astucia sería una presencia poco contínua, o lo que yo temía, una prolongada ausencia. 

Una buena mañana, (no puedo negar que enrarecida) descubrimos que mis verdades, las que eran ya públicas a través de redes sociales (y que H y T manejaban antes y mejor que yo) resultaban siendo coincidencias de las más indescifrables para la sociedad Limeña.
Una llamada telefónica de tres horas...nos dijimos todo lo necesario. Ya no fueron 10 años de distancia y 13 horas de vuelo Madrid-Lima, estábamos más cerca que nunca.
Nos entendimos con el buen cariño que reservamos a los seres que amamos, profundamente. 
Compartiríamos también las inevitables mentes obtusas que nos rodean, con amor y con sus procesos de "entiendo-no-acepto-sí".

Empezó  entonces para suerte mía una prometedora relación fraternal, cercana, intensa, pero sobretodo mi relación favorita, de complicidad.

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