La idealización del médico en la sociedad ha forjado un compendio de leyendas urbanas tan falsas como antiguas. Aclaro: no somos infalibles, no estamos siempre de buen humor, no llevamos todos un estilo de vida ejemplar (con tantas guardias y estrés eso está descartado), algunos nos drogamos como todos: café, alcohol, tabaco, medicamentos autoprescritos, red bull y etc. (dependiendo del gusto). La mayoría tenemos vocación de servicio, aún así no todos la tienen las 24 horas del día. Estudiamos mucho pero no lo sabemos todo y lo principal NO SOMOS HOUSE ok?.
Lima. Algún Hospital del MINSA. (ministerio de Salud).
Rotación de internos en el servicio de Cirugía. (Del lat. chirurgĭa, y este del gr. χειρουργία).
Cirugía: Parte de la medicina que tiene por objeto curar las enfermedades por medio de operación.
(o empeorarlas como puede pasar en cualquier práctica médica).
Francisco es un hombre humilde, de unos 58 años, mulato, flaco en exceso por la enfermedad, amable y respetuoso. Su mirada ensombrecida reflejaba tristeza y resignación crónica. De pocas palabras, confiaba en nosotros, ¿qué le quedaba?...
Francisco llevaba hospitalizado 3 meses en el servicio de cirugía por el que en esos tiempos pasamos una agradable estancia académica. Había sufrido hacía unos pocos años un accicente automovilístico y requerido cirugía abdominal para las lesiones producto del accidente. Los años siguientes fue ingresado constantemente con el mismo enigma sin resolver. Los internistas y cirujanos que veían repetidamente su caso no se explicaban las espontáneas perforaciones intestinales y consecuentes peritonitis por las que entraba y salía del servicio de cirugía, que se había convertido ya, en su segunda vivienda.
No podía ingerir nada. No comía hacía dos meses. Le alimentábamos insípidamente por las venas, con cálculos y fórmulas matemáticas sin sabor alguno. Nadie lo visitaba. Cuando alguna vez me quedé con él a charlar no me preguntaba nada, sólo se veía consumido cada vez más y si yo le preguntaba algo con lo que soñar decía escuetamente: "...sólo quisiera comerme un buen plato de frijoles con arroz y pescado frito...", era el único momento en que su mirada cambiaba y cierto brillo discreto asomaba por sus pupilas cansadas. Incluso atisbaba un intento de sonrisa, más bien una mueca que yo interpretaba como positiva.
Los cirujanos no se atrevían a operarlo nuevamente, nos contaban que al entrar a la cavidad abdominal las paredes intestinales se deshacían como papel higiénico mojado al menor contacto, era por eso que alimentarlo por vía oral no era una opción. Estaba muy débil a pesar de la sangre que se le había transfundido y era peligroso entrar a sala de operaciones, con altas probabilidades de no salir de ella.
Se barajaban opciones diagnósticas, pocas y raras, no muy conocidas y nada frecuentes en latinoamérica.
Pasadas varias semanas, y como última opción, nos enfrentamos a la cirujana más bruja del servicio. Una mujer que pasaba los cincuenta, rubia mal teñida, de muy mal gusto para vestir y de un carácter avinagrado por excelencia, no lo sé pero juraría que era soltera. Como suele pasar, sin embargo, fue una de las personas de la que más aprendimos, la exigencia y lo castrense a nivel quirúrgico resulta, es ahora en retrospectiva que lo puedo ver con claridad.
Le comenté el caso (y ella por supuesto respondió que lo conocía mejor que yo), le pedí su opinión acerca de una nueva intervención, retirar un trozo importante del intestino más dañado y probar si con el tiempo el resto se fortalecía. Era una opción para mi. Era una locura para ella. Sabía de sobra que eran muchos más los riesgos que lo escasamente bien que podía quedar Francisco. Pero era su única oportunidad. Creo que antes de mandarme a la mierda, respiró profundo, me miró fijamente por largo rato (yo pensé que me iba a golpear o algo así de surrealista). Sólo dijo en tono severo: "Está bien. Entramos a sala en una semana.". Se fue sin mirarme, seguro que pensando en que no había una interna más pesada y más tonta que yo.
La semana siguiente fue un cúmulo de vértigos emocionales y entusiasmos mermados por las pocas posibilidades. Recuerdo que nunca estuve en una sala de operaciones tan concurrida, seguro que ni cuando filman E.R. hay tanta gente en la sala. Cuatro cirujanos, tres residentes, dos internos, dos externas, enfermeras, asistentes, anestesiólogo y jefe de servicio. Todos juntos vimos sus entrañas y nos sentimos pequeños. La Cirujana bruja nos odió más que nunca ese día, pero que buena era con las manos la cabrona. No habló durante las 7 horas que duró la cirugía. Salimos extenuados sólo de estar ahí.
Francisco pasó a recuperación y en pocos días estaba nuevamente en el servicio. Más débil, más flaco, y menos comunicativo. Tuvo una evolución lentamente favorable, pero favorable que era lo increíble.
A las pocas semanas me tocó pasar a pediatría, a otro hospital, no supe más de Francisco en 3 semanas hasta que recibí una llamada al móvil. Era una entrañable externa que recuerdo con especial afecto, (aún permanecía en cirugía ya que no le tocaba rotar de servicio hasta el mes siguiente), una chica que cumplía todas y cada una de las definiciones de nerd, escencialmente estudiosa, inocente como pocas y de un corazón excepcional. Su habitual parsimonia y tono formal no ocultó la euforia de su llamada, me dijo (y lo recuerdo literalmente) : "Le hemos dado el alta a Francisco, ya puede comer, ha subido dos kilos, se va hoy. Quería que lo supieras.".
No, no somos perfectos ni aspiramos a ello. Los médicos somos gente más que normal, llenos de defectos y deformaciones profesionales, las exigencias de nuestra profesión nos hacen renegar mucho en ocasiones, pero puedo jurar que la sonrisa que me sacó esa llamada lo vale todo y más.
A Francisco, donde quiera que esté, porque siempre le deberé un buen plato de frijoles con arroz y pescado frito.
Las cosasno siempre salen bien, pero sino lo intentamos, nunca lo sabremos. Pd: ya tengo mi siguiente antojo jeje
ResponderEliminarEsperemos que no quede en deuda eterna!
ResponderEliminarSi lográramos ubicar a todos los seres a los que les quedamos debiendo detalles por la vida sería lindo, pero ¿podemos?
ResponderEliminarQué entrañables recuerdos de aquellas guardias y de los pacientes en piso. Rumbo a casa después de un día agotador leer esto me sacó una sonrisa, me voy contenta.
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